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¿Y el último? ¿Qué hace Dios con el último?

27 de diciembre 2023

¿Y el último? ¿Qué hace Dios con el último?

Conocí a personas que se sentían las últimas en su propia casa, entre sus hermanos, nadie las consideraba ni les preguntaba su opinión o su punto de vista, porque no las tenían en cuenta. Otras que se sentían las últimas en su matrimonio, porque su pareja no las consideraba. Conocí a personas que, siendo trabajadoras aplicadas y diligentes, se consideraban las últimas en su trabajo, y a otras que se sentían las últimas incluso en su propia empresa, porque sus empleados no consideraban lo que querían u opinaban. En la iglesia también conocí a personas que se sentían y se consideraban las últimas, indignas de ir al Altar, ser bautizadas con el Espíritu Santo o servir a Dios como evangelistas.

Siempre habrá alguien que se sentirá el último, sea por su edad, su clase social, una limitación física, sea por lo que sea. Sin embargo, nada justifica que usted alimente este sentimiento o pensamiento. A los que se consideran los últimos, Jesús, quien siempre dice la verdad para liberarnos de nuestros engaños y traumas, y nunca dice nada para agradarnos, les dijo:

«Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos», Mateo 20:16.

Nuestra naturaleza nos dice que debemos ser siempre los primeros. Desde niños nos enseñaron que debíamos ser los más fuertes, los más valientes, los más inteligentes, los más bellos, los primeros en todo, pero en la vida real no es así. Querer ser o estar en primer lugar no nos hace bien, salvo cuando Le damos a Dios toda la honra y la gloria, porque el primer lugar ya está ocupado, como dijo Jesús:

«Yo soy el primero y el último, el Alfa la Omega, el principio y el fin», Apocalipsis 22:13.

Cuando el ser humano quiere estar en primer lugar en todo, se vuelve egoísta, ingrato, materialista, autosuficiente, desequilibrado, soberbio, y eso es muy peligroso, le hace mal a su espíritu, a su alma y a su vida. Por eso, Dios, al querer protegernos, asume el primer lugar, como pionero. Él fue el primogénito enviado por el Padre para abrir el camino y enseñarnos cómo ser un hijo de Dios de verdad, y Su «secreto» fue siempre hacer la voluntad del Padre.

Cuando aceptamos hacer la voluntad del Padre podemos ser los últimos, pero, si obedecemos la Palabra, ya sea un mandamiento o una promesa, que no vuelve vacía y es poderosa para transformarnos, nos libera, transforma y nos vuelve primeros, hijos del Altísimo.

Usted puede ser adolescente, mayor, analfabeto; puede tener muchas limitaciones humanas y físicas; un pasado horrible, de delincuencia, promiscuidad y corrupción; puede ser huérfano y dotado de inteligencia, pero, si Lo obedece, conoce a Aquel que está en primer lugar y lo llama al Altar. En el Altar del Dios vivo, el último se vuelve el primero cuando obedece, practica lo que está escrito, perdona, abandona el pecado, se bautiza en las aguas y dice: «Señor, he sido un mostro de persona, pero ahora asumo mi fe en Ti y Te doy mi palabra de seguirte, amarte y servirte».

Con el Altar no se juega, es algo muy serio, Dios toma en serio cada sílaba que pronunciamos, Él Se toma muy en serio su palabra, porque sabe lo que es ser el último, Él fue el último por nosotros cuando asumió nuestros pecados y murió en la cruz.

Jesús estaba decidido, usted tiene que estar decidido a estar en el Altar, porque en el Altar entrega sus voluntades para asumir la voluntad de Dios, y se aleja de personas que lo influencian al mal, como a las adicciones, a la promiscuidad, a la violencia, a tener una relación extramatrimonial. Es necesario que deje al amante, que perdone a quien lo lastimó, que elimine la idolatría de su corazón y de su casa, que deje de hacer trabajos de hechicería y que abandone a los ídolos a los que adora.

En el salmo 115 está escrito que, cuando una persona adora a dioses que no son dioses, se vuelve como ellos, que tienen boca que no dicen nada bueno, oídos que no escuchan nada bueno, ojos que no ven la felicidad y mucho menos la disfruta.

Cuando una persona entrega su vida a Dios, Él la saca del último lugar y la pone en el primero, en el Altar, con su testimonio. Sepa que, cuando mostramos los testimonios en UNIFE, Red Nacional, Red Aleluya, en el diario, en las redes sociales o en las reuniones, es Dios honrándolo en primer lugar, porque mostramos a Dios a través de la transformación de su vida y que usted pagó el precio de entregarse y obedecerlo de forma incondicional.

Nuestra primera señal de esa entrega verdadera es el bautismo en las aguas, cuando decidimos abandonar la vieja vida definitivamente, incluso cuando Dios sacó al pueblo de Egipto lo hizo pasar primero por el bautismo, en su cruce por el Mar Rojo, simbolizando el entierro de la vieja vida. La palabra bautismo significa «sepultamiento». La persona no se debe bautizar para resolver problemas o para bendecir a su familia, sino para la remisión de sus pecados: «Soy un pecador, pero ya no viviré en pecado». Si fumaba, dejará de fumar; si mentía, dejará de mentir; si se resistía a cambiar, dejará de resistirse; si le deseaba el mal a alguien, no lo hará más; si se vivía quejando de todo y todos, ya no lo hará. Cuando la persona se bautiza en las aguas deja de murmurar, no agranda el problema, porque, si Le entregó su vida a Jesús, su problema ya es responsabilidad de Él.

No murmure, cuando pase por momentos difíciles, de contrariedad, dificultades, no se queje, no enaltezca el mal, el pasado es pasado, crea, alabe a Dios, confíe, porque Él está con usted. Vea lo que dijo en los versículos 7 y 8 del capítulo 31 de Deuteronomio, y ponga su nombre en el lugar del nombre de Josué:

«Entonces llamó Moisés a  _________ (Josué) y le dijo en presencia de todo Israel: Sé firme y valiente, porque tú entrarás con este pueblo en la tierra que el Señor ha jurado a sus padres que les daría, y se la darás en heredad. El Señor irá delante de ti; Él estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes». Deuteronomio 31:7

En Apocalipsis, Jesús dijo que los cobardes no heredarán el Reino de los Cielos. Dios no acepta vivir con cobardes y tímidos, porque no quieren cambiar, ¿por qué? Porque, aunque haya sido el último en su familia, en la iglesia, en su trabajo, en la sociedad, en el mundo, Él dio Su vida por usted, para que no sea más tímido ni cobarde. El Altísimo lo llama a usted, último, para que esté en Su Altar, sea también el primero y testifique que ÉL ES EL SEÑOR, que lo transformó, lo salvó y le dio una vida realizada.

Vea lo que dice el versículo 14 del capítulo 22 del Evangelio de Mateo:

«Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos». Mateo 22:14

Dios lo llamó porque lo escogió, pero Él no lo obliga, sino que respeta su decisión y le enseña: «Ámame con todo tu corazón con toda tu fuerza y con todo tu entendimiento». Si usted no quiere, paciencia, Él llamará a otros que se harán escogidos.

«No adores a otros dioses, Yo soy el único y verdadero Dios vivo, y te conozco como nadie te conocerá jamás, no adulteres, no traiciones, honra a tu padre y a tu madre, respeta a tus padres, no los juzgues, bendícelos, ya que nunca podrás pagarles, demuéstrales respeto y gratitud, es para tu bien, no soy Yo quien lo necesita, sino tú.»

Dios llama a todos: «Yo vine para todos», pero no todos se hacen escogidos. El que se hace escogido es uno mismo cuando decide obedecer las enseñanzas Divinas, como perdonar, amar, sacrificar, dejar de mirar con malos ojos, de murmurar, de lamentarse, de excluirse y de decir: «La Hoguera Santa no es para mí»; «La obra de Dios no es para mí»; «Tener una familia no es para mí»; «La prosperidad no es para mí»; «Dar testimonio no es para mí». Todo lo que está escrito en Su Palabra es para para usted. En Juan 12:47-48 dice:

«Si alguno oye Mis palabras y no las guarda, Yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que Me rechaza y no recibe Mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, esa lo juzgará en el día final». Juan 12:47-48

Delante de todo lo que ha leído, tome la decisión de hacerse escogido, porque usted ya fue llamado por haber leído este mensaje.

Obispo Júlio Freitas
¡Nos vemos en la IURD o en las Nubes!

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