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2.º Miércoles del Corazón Perfecto

13 de diciembre 2023

Este 2.º Miércoles del Corazón Perfecto, recibimos la palabra que Dios preparó para nosotros.

La promesa más importante de todas es la del Espíritu Santo, esa es la promesa de las promesas.

Moisés fue un hombre traumatizado hasta llegar al monte Sinaí, porque allí no solo logró ayudar y liberar a una persona, sino a toda una ciudad.

Él era muy capaz, pero no fue eso lo que liberó al pueblo de la esclavitud, sino el hecho de dejarse usar por Dios.

¡Usted también es un elegido! No confíe en sus habilidades, porque Dios hará lo imposible con Su presencia dentro de usted, Él hará lo sobrenatural, siempre y cuando deje las excusas de lado.

¿Cómo curamos el corazón? Si la enfermedad está en el alma, el problema es espiritual, y solo el poder de la fe en las promesas de Dios puede resolverlo.

El Altísimo no decepciona a los que eligen confiar en Él, porque la confianza nos hace madurar y es necesaria para que forme parte del carácter de todos los seres humanos.

«Por cuanto en Mí ha puesto su amor, Yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido Mi nombre.» Salmos 91:14

No hay problema espiritual que la fe viva en el Dios vivo no pueda solucionar.

Las ofrendas, las buenas obras y el título de David no pudieron salvarlo del pecado que estaba en su corazón. Sin embargo, él fue curado cuando reconoció lo que hizo, confesó su pecado y lo abandonó.

Cuando nuestra alma está enferma, debemos mirar hacia dentro de nosotros y reconocer en dónde caímos; confesar, abandonar el pecado y seguir adelante. Dios queda satisfecho cuando aceptamos nuestros errores y no culpamos a los demás.

Solo está de pie el que no tiene de qué ser acusado en su conciencia y en su corazón, y está revestido de la espada del Espíritu y del escudo de la Fe.

«Yo dije: Señor, ten misericordia de mí; sana mi alma, porque contra Ti he pecado.» Salmos 41:4

«Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí Tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado Te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y Tú perdonaste la maldad de mi pecado.» Salmos 32:3-5

Dios no tiene placer en condenarnos, al contrario, Él quiere dejarnos limpios como la nieve; quiere lavarnos, vestirnos y alimentarnos.

En Mateo 10:32, el Señor Jesús les dejó una promesa a los que quieren curar sus corazones; Él quiere confesarlos delante del Padre.

Cuénteme, ¿cuál fue su experiencia en la reunión de hoy?

Ob. Julio F.
¡Nos veremos en la IURD o en las Nubes!

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